Con todos ustedes, Frank Lloyd Wright en el Museo Guggenheim de Bilbao

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Bilbao - España | HASTA el 14 de febrero, todos aquellos que nos acerquemos al Museo Guggenheim de Bilbao, tendremos la inigualable oportunidad de disfrutar con algunos de los proyectos más trascendentales (dibujos, maquetas y animaciones digitales), de uno de los arquitectos mas controvertidos e influyentes de la arquitectura del siglo XX: Frank Lloyd Wright. No obstante, dicha influencia sería preciso explicitarla y cuantificarla en su justa medida, tanto a nivel estatal como a nivel local. Tuvo su génesis en uno de los periodos más oscuros, más opacos de la historia de la España de la dictadura franquista. Hasta entonces, más bien poco o nada se sabía sobre Wright porque que los técnicos españoles conociesen aquellos sorprendentes proyectos a través de algunas revistas no quiere decir que comprendiesen la teoría, es más, el desconocimiento fue por lo general absoluto. Fue en 1950 cuando, a través de la Revista Nacional de Arquitectura, Luis Moya le dedicaba un artículo y, a pesar de que a día de hoy pueda parecer algo inverosímil, resultaba para la inmensa mayoría un hecho insólito.

Moya, tras su viaje por los EE.UU., tuvo la oportunidad de constatar que si bien los intelectuales opinaban que Wright era un genio, no lo estimaban así la mayoría de profesionales de su propio país, que eran grandes detractores de su obra, tal vez por cuestiones que iban más allá de lo meramente profesional. Su influencia llegó a ser contradictoria, ya que no lo fue cuantitativamente, tal y como se podía esperar, pero sí, en cambio, en la ideología progresista de sus eslóganes en la literatura de los arquitectos modernos.

Luis Moya lo definía como un Le Corbusier pero a la americana, con un estilo muy personal, con sus sistemas modulares, su concepto del empleo de materiales, su estética, su composición y distribución, su sistema de enlace de la obra con el paisaje. Para Moya (aquel mismo Moya que nos es tan conocido por el Sueño arquitectónico para una exaltación nacional o el del proyecto de la Universidad Laboral de Gijón), representante de aquella arquitectura vetusta del franquismo, no sorprendía a nadie al patentizar que cuando conoció a Wright fue consciente de que se encontraba ante un gran arquitecto, un fuera de serie, que rezumaba una enorme personalidad que era capaz de contagiar a cualquiera. Daba a su vez a conocer, desde esta misma publicación, una proclama de Wright a los jóvenes arquitectos, en la que les instaba a olvidar todas las arquitecturas del mundo, que tomasen parte directa en la obra, que pensasen en el porqué, que distinguieran la singularidad de la belleza: analizar, reducir el todo en sus partes y sus términos mas simples, y salir así a los primeros fundamentos, abandonando las rápidas ganancias norteamericanas, dando tiempo a la preparación. Daba igual lo que construyesen, lo importante era la calidad, no participando en concursos y guardándose de los que monopolizasen los proyectos. Buscaba romper radicalmente con lo establecido, propiciando un nuevo estilo arquitectónico. Así era Wright.

Por aquel entonces, arquitectos vascos como Sáenz de Oiza, que viajaron becados a EE.UU., tuvieron la oportunidad de constatarlo in situ llegando a quedar profundamente condicionados a posteriori en sus proyectos. Otros tuvieron la oportunidad en 1954 de ver y oír en Madrid a arquitectos norteamericanos de la talla de Edgar Tafel -discípulo y colaborador de Wright- que disertó sobre la figura de su maestro y su obra, o a Marcel Breuer y Richard Neutra (el arquitecto del cristal y la vegetación), con varias conferencias sobre aquella arquitectura que creaba tanta admiración.

Incluso la presencia de Wright nos llegaría a través tanto de la novela de la escritora y filosofa Ayn Rand como de la película basada en esa misma novela del gran King Vidor. The Fountainhead (El Manantial, en el Estado español), película de la RKO, de 1949, con Patricia Neal y Gary Cooper haciendo el papel protagonista de héroe, dando vida al arquitecto Howard Roark, paladín de la arquitectura moderna frente a la arquitectura imperante clásica. Defensor de conceptos como integridad, inquebrantabilidad, insobornabilidad, autenticidad, idealidad, y modernidad en el arquitecto. La presencia del personaje que hacía de su maestro es determinante para comprender su ideal. Aquel viejo arquitecto del que todos se reían porque iba contra lo establecido y sostenía aquel precepto de que la forma debía adaptarse a la función, acabaría muriendo, solo, abandonado por todos, exceptuando a Roark. Situación que Rand, coguionista y autora de la novela, tomó basada en la trayectoria de Wright y en la similitud (por como lo constata Richard Neutra) con el final de la vida del maestro Louis Sullivan, abandonado por todos pero sostenido económicamente por sus mas allegados. Rand, de hecho, quiso que Wright fuera coguionista y llevara a cabo los diseños arquitectónicos del film. El 22 de noviembre de 1954 fue estrenada esta película en Madrid y tuvo un efecto culturizador de trascendencia no cuantificada entre los jóvenes arquitectos, porque fomentaba aquellos ideales de la modernidad frente al clasicismo imperante en la arquitectura de entonces, en la España de la dictadura, de la cerrazón, tal y como me comentaba el arquitecto Luis Vázquez de Castro, testigo de la fascinación que suscitó en toda una generación.

En Bilbao, Wright también dejó su impronta en arquitectos como Félix Iñiguez de Onzoño (algunos arquitectos bilbainos pudieron recorrer los EE.UU. gracias a los viajes de intercambio promovidos por el Consejo Nacional de Productividad Industrial con la International Cooperation Administration o a becas como la Eisenhower), quien visitó las obras y la escuela-taller Taliesin de Wright, que ya conocían a través de las fotos aparecidas en las revistas que les habían llegado con aquellos proyectos que tanto les habían sorprendido y fascinado. O el también arquitecto bilbaino Eugenio Aguinaga, quien tras su viaje y su encuentro con Wright plantearía el proyecto del club de golf de la Galea en Getxo y que fue premiado por el Colegio de Arquitectos con el Pedro Asúa. Otros arquitectos bilbainos como Lander Gallastegi (que realizó sus estudios en Irlanda), venían con una clara inspiración wrightiana. Fue su maestro en ese sentido e influiría en muchas de sus obras, tal y como me aseguraba en una entrevista. En 1959 arquitectos como Valentín Picatoste (beca Eisenhower) en una conferencia en la Casa Americana de Madrid tras su viaje por Estados Unidos, titulada Experiencias y observaciones de un arquitecto español en los EE.UU. hacia referencia, cómo no, a Wright, a quien visitó y entrevistó, por su enorme influencia, ya que era el icono de la arquitectura al que todos querían conocer; era considerado como un dios.

Empero, sería en ese mismo año cuando también se produciría el fallecimiento de Wright y tuvo, como era de prever, una gran repercusión internacional: en la revista Arquitectura, Antonio Fernández Alba y Alejandro de la Sota reconocían que su obra se caracterizaba por su capacidad de invención y publicaron varias fotos de su estudio cuando le visitaron.

En Informes de la Construcción, revista del Instituto Eduardo Torroja, le daban un sentido homenaje en un escrito de Fernando Cassinello, quien había estado con el grupo de técnicos que encabezó Aguinaga en 1957 en su taller y recordaba las palabras que les dedicó el nonagenario Wright, emocionantes y llenas de entusiasmo: "La arquitectura de hoy es abierta como obra del espíritu, frente a la frialdad del funcionalismo y su materialismo, más corazón, o plantear una arquitectura que va de dentro hacia fuera, dándole al lugar, al espacio su propia voz. Les ponía como ejemplo su casa del desierto, que lucha por una nueva arquitectura, libre, independiente y que va a contracorriente. El invento y la difusión de los nuevos materiales de construcción permitía concepciones nuevas. La idea descansaba en crear un orden, un estilo nuevo". Por otro lado, Richard Neutra, su discípulo, le dedicaba un excelso texto reconociendo que fue el arquitecto que más le había influenciado, con su arquitectura basada en el organicismo de formas fantásticamente bellas pero que transformaban completamente aquella primitiva naturaleza, aquel organismo natural del que había partido. Desde la revista italiana Domus, el arquitecto Bruno Morassutti, que trabajó con él en Taliesin, realizaba un encendido elogio a su maestro y a su obra. Desde Cuadernos de Arquitectura, en Barcelona, se hicieron eco tanto Sostres, quien sostenía que su complejidad escapaba de cualquier clasificación rigurosa, como Claude Samton. Este describía que su filosofía se basaba en dos principios básicos: primero, la democracia resultante de estos ideales -democráticos que se llevaban a la arquitectura- y de la creencia en la libertad del individuo, y segundo, el principio orgánico de la naturaleza en la comprensión de las formas naturales y de las funciones. Desde la francesa L"Architecture d"aujourd"hui remarcaban su persona y la trascendencia de sus proyectos a través de textos de Andre Bloc, Marcel Lods y Alexander Persitz, lo mismo que Architectural Review, o Peter Blake con su articulo The Guggenheim Museum or monument? en la también norteamericana Architectural Forum, o desde la alemana Architektur und wohu-form.

La repercusión de su fallecimiento, sin ningún género de duda, fue extraordinaria y equiparable a su categoría de genio. Pocos años después, durante los meses de marzo y abril de 1962, desde la sede del Colegio de Arquitectos de Madrid, se le dedicó una gran exposición sobre su vida y obra. Ahora tenemos la oportunidad de poder contemplar en Guggenheim Bilbao algunas de las propuestas y proyectos más conocidos del arquitecto: la F.C. Robie House Chicago (1909) la E.J. Kaufmann House, Bear Run, Pennsylvania (1936), Taliesin West, Phoenix (1937) la Avery Coonley House, Riverside, Illinois (1908) Larkin Building Buffalo (1905) Unity Temple, Oark Park (1906) D. Wright House Arizona (1925) el proyecto de Ciudad Ideal Broadcre (1934) o el museo Guggenheim de New York (1946)... Para lo cual, deberíamos por un momento detenernos, reflexionar y retrotraernos en un viaje en el tiempo. Al situarnos mentalmente en aquella época, seguro que nos dejará tan sorprendidos y a su vez tan fascinados, tal y como lo hizo con aquellos jóvenes arquitectos de los años cincuenta, ávidos de modernidad.Vía Deia.com

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